domingo, 17 de abril de 2011

ENTRE CHIEN Y LOUP

Era esa hora de la tarde en la que el sol está ya detrás de la Almudena, desde los miradores se puede observar los barrios del Madrid de los barrios, Alto Extremadura, Carabanchel, Batan, la Casa de Campo, que aunque no es barrio, forma parte de este cuadro.
Es esa hora, en la que los turistas se dividen en dos, aquellos que intentan descubrir la dirección del restaurante en los minúsculos mapas que ofrecen de forma gratuita las recepciones de los hoteles, y los que, andan ya con paso cansino, unos arrastrando las maletas con ruedas, otros más empujados por estas mismas maletas, agotando sus últimos minutos en este Madrid, de esta calle del Arenal.
Siempre me gusto esos recorridos sin rumbo por las calles de este mi Madrid. Andar, caminar, pasear Madrid, normalmente Madrid se deja pasear bien. Y siempre me llamo la atención, no sé bien la razón, que aquí, la gente no se mira a los ojos cuando se cruzan. No es tanto, que no se vean, es que no se miran. En otras partes, el cruce de miradas directas entre desconocidos, es obligatorio, es un problema de educación, es un saludo sin saludarse. En Madrid no, simplemente no se cruza la mirada, comodidad, indiferencia, anonimato…
Yo siempre intento buscar la mirada del que viene de frente, inútilmente, porque nunca he sido correspondido, y por tanto no he saludado a nadie. Ya casi en la puerta del Joy Eslava, casi de forma inesperada me cruce con otra mirada, directa a los ojos, era yo mismo, con muchas menos canas, con 25 años y quilos menos, pero con muchos rizos mas. Hace 25 años, alguna permanente me hice. El yo de hace 25 años le costó mucho mas reconocerme, claro el yo de ahora juego con ventaja, ya me había visto antes, sin embargo es duro, y tienen que pasar algunos segundos hasta que te ves a ti mismo, como vas a ser dentro de 25 años.
Un yo en frente del otro yo, ya no nos mirábamos solo a los ojos, que también, sino que nos recorríamos de arriba abajo. El yo, yo, miraba de forma insistente los rizos, me hacía mucha gracia, casi los había olvidado, y la verdad que pintas.  Por otra parte el yo, el más joven, mire de forma insistente las diferentes curvas a la altura de la cintura que luzco, ya comente 25 quilos menos pesaba yo hace 25 años.
No llego al minuto el tiempo transcurrido desde que nos paramos uno y otro delante del otro y del uno. No nos saludamos, ya nos habíamos mirado a los ojos. Es curioso los dos llevábamos el país debajo del sobaco izquierdo, siempre lo lleve y lo llevo así. Seguimos nuestros paseos, me acorde que por esa época había quedado con Paloma y con mi hija que tenía cinco años, en la Plaza de Oriente. Yo no me podía imaginar donde iría ahora el yo, yo, el de las canas.
Entramos en la hora en la que el sol se esconde, la hora entre  chien y loup, la hora en la que no se puede ver un hilo puesto a la vista, mientras miramos el cielo, durante el ramadán es el final de ayuno diario.
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