martes, 9 de julio de 2013

Sancho Panza, siempre fiel a su señor (o señora)

Artículo completo en el Diario de la Bahía de Cádiz

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...

-¿Qué gritan esos gigantes?, Sancho.

Mire vuestra merced que no son gigantes, apenas unos molinos que los hay en abundancia en estas tierras, que para parecer importantes hacen ese ruido con la alas, impulsadas a veces por el levante, otras por el poniente.

Pero era el caballero, el que utilizaba una bacia a modo de sombrero, garrote en vez de lanza y gustaba, en sus delirios de grandeza caballeresca, rodearse de guardia de frente, de lado y de espalda. Poco amigo de aguantar ruidos que no controlaba, y después de quedarse fijo observando la falsas sombras de gigante, dirigiéndose de nuevo al fiel escudero, murmuró entre dientes: Pero cómo pierdes, fiel amigo, facultades; no ha mucho, no hacia falta que te recordase los peligros que acechan a nuestra gran empresa. Me acuerdo como crucé las dos Castillas, las tierras de Jaén, Córdoba y Sevilla hasta llegar hasta estas tierras, donde desde el primer momento, con rodilla en tierra me juraste lealtad. Qué de batallas libramos juntos, cuantos herejes, apostatas, judíos y masones nos llevamos por delante, sólo una mirada mía te bastaba para arremeter contra los enemigos.

Sancho, que para su edad, conservaba todavía cierto nivel de cuero cabelludo, miraba con inquietud a su señor, y entre bocado de queso y manzanilla de Sanlúcar, reflexionaba sobre las palabras de su señor. Pensaba que aunque era verdad que no le había nombrado virrey de ningún reino lejano, tan mal no le había ido, le había nombrado nada menos que senador en la corte, alguna que otra empresa le había encomendado, y sobre todo el honor de sentarse, pensar, estar, andar y procesionar a su derecha. .............

No hay comentarios: