lunes, 29 de julio de 2013

Sapore di sale

Artículo publicado en el Diario de la Bahía de Cádiz

Después del paseo matutino a lo largo de las playas Victoria y Cortadura, después del baño, después del casi baño en crema solar para que el sol no te queme, me medio rumbo en la silla, que la última vez que lo hice en la arena casi no me levanto. Y entonces miro, pienso, pero no pienso mucho, vamos, me refiero así en plan trascendental, sólo en cosas banales, sin importancia; pero mirar si miro, que como casi todo el mundo tengo un pellizco de voyeur, vamos, como dice mi amiga Rosa, que soy de los que tengo callos en los codos de asomarme ver pasar la vida debajo de mi ventana.

Entiendo que las playas también son sitios donde se amortiza la inversión en gimnasios o en dietas de alimentación, o ambas. Pero hay dos o tres cosas, que aunque las veo, las miro o las escucho, no las encuentro demasiado sentido. Bueno, lo digo claro, ningún sentido.

Una de ellas es la ¿moda?, la ¿necesidad? que tiene una buena parte de la población masculina, de ponerse calzoncillos debajo del bañador. Me refiero debajo del bañador tipo calzón. Yo hasta he llegado a pensar que no era que llevarán calzoncillos debajo del bañador, que era unos modelos concretos de bañadores que añadían la cinturilla de Calvin Klein suplementado la propia cinturilla del bañador, pero no, ni mucho menos, son auténticos calzoncillos debajo de los calzones de baños (que antiguo suena eso de calzón de baño) y no puedo de dejar de suponer el índice de humedad que la suma de ambos debe producir cuando se moja, y no puedo dejar de acordarme de la película de ‘El marido de la peluquera’ y lo que le pasaba en la entrepierna cuando se bañaba, a causa del traje de baño hecho a ganchillo, con sus dos pompones a un lado.

Artículo completo en el Diario de la Bahía de Cádiz

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