lunes, 30 de septiembre de 2013

Mi primera vez

Por fin lo tenía en la mano. Además del pasaporte era imprescindible la autorización paterna para ir al extranjero, eso si, redactada ante una autoridad, en este caso el comandante del puesto de la guardia civil, ya que a mis 15 años faltaba mucho para considerarme mayor de edad. Faltaban 6 para los veintiuno, pero al final lo tenia.
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Tren Puerta del Sol, directo a París

Me costó una “huelga de hambre” en mi casa, huelga de hambre por otro lado simulada, si no totalmente, si parcialmente. Un poco de teatro a la hora de las comidas y cenas durante una semana, mientras la familia se sentaba en la mesa, yo sacaba la cama, -entonces dormía en una cama mueble en el salón-, y tumbado boca arriba, cerraba los ojos y aguantaba el tirón. Poco a poco les notaba mas blandos, hasta que al sexto día me dijo mi padre sin mirarme, “ Y qué se te ha perdido a ti en Paris?”. Fue la frase mágica, a partir de ese mismo momento, pegué un salto de la cama a la mesa, me puse a comer y la cara lánguida, demacrada de una “dura huelga de hambre” se puso con esa media sonrisa de mentiroso, y me puse a contar las medias verdades sin ninguna intención de que se las creyeran, como ellos, los dos, ponían esa cara de no creerse nada.

Pero los tres sabíamos que no iban a preguntar demasiado, lo suficiente para que pareciera algo creíble, sin muchos datos ni detalles, era como un pacto ni escrito ni hablado, pero que nos funcionaba. Después del mucho tiempo transcurrido, estoy convencido que eran conscientes de mi "actividad", pero preferían no hablar de ello, la llevaban en cierta manera como una “cruz”, pero como una cruz que tanto a mi padre como a mi madre les llenaba de orgullo.

A la reunión asistimos, además de Elia, Bernar, que estudiaba en la escuela de maestría de Embajadores además de trabajar en CASA, José Luis, estudiante de Delineación en La Flor Alta, y yo mismo, que estaba en aquel entonces en 2º de Oficialía Industrial en la Escuela de Aprendices de Pegaso. Fue entonces cuando nos enteramos que habíamos sido designados para asistir a un congreso como invitados al congreso de la Sección Juvenil de la CGT francesa en Paris. Todo un paso adelante en nuestra militancia, todo un honor personal y un nuevo compromiso, ! ni más ni menos que a Paris¡.

En esos momentos se me vino a la cabeza todo Paris, yo sabia que las grandes cosas se hacían en Paris, la toma de la Bastilla fue en Paris, el Comité Central del Partido se reunía en Paris, las canciones con las que torturaba al vecindario de Paco Ibáñez se habían grabado en el Olympia de Paris. Paris era para mí, creo que para todos nosotros, algo así como el sitio donde se podía ser libre de verdad, el paraíso soñado.

......

Eran alrededor de las 8 de la mañana, muy pronto para llegar a la librería de nuestra cita, así que como teníamos un plano que nos había dado Elia, decidimos, ya que nuestro equipaje se limitaba a tres pequeñas maletas, y la Rue de Sant Jacques no estaba muy lejana de la estación, ir andando, las ansias de pisar Paris creo que pesaron más en esta decisión que el resto.

Llegamos al escaparate a eso de las nueve y media de la mañana, miramos a través de él, y entre libros de Ruedo Ibérico, algún que otro ruso en castellano, libros de Lorca, Alberti, se mezclaban con el "Mañana España" de Santiago Carrillo. Dentro, una mujer alta, morena, pelo corto se afanaba en mirar un libro que parecía de contabilidad o algo así, un hombre mayor, yo diría que jubilado, intentaba leer con la cabeza inclinada los títulos en cantos de los libros. Ella levantó la vista y nos miró por encima de las gafas, nosotros decidimos entrar.

Nos quedamos sentados un buen rato ojeando L’Humanité, haciendo tiempo a que llegaran los de la Delegación Exterior de CC.OO., que por el nombre debían ser gente muy importante, a ver si nos llevaban de una vez al Congreso al que habíamos venido; comentamos que debía empezar por la tarde, porque ya eran las 11,30 y no era hora de empezar nada en Paris, ya que sabíamos que aquí todo empieza antes, la gente se levanta antes, se come antes, se duerme antes, y por lógica los congresos deberían empezar antes también.

Después pasó todo muy rápido, idas y venidas del Barrio Latino a la calle Víctor Hugo, más llamadas por teléfono, muchas preguntas...el congreso se había suspendido, y no teníamos billete de vuelta...Pero todo se arregló y a las nueve de la noche estábamos ya sentados en el tren camino de nuevo a Madrid. Doce horas en París.

Pasó mucho tiempo, más de quince años, hasta que volví a Paris y cómo no, quise pisar por donde había pisado años atrás, Barrio Latino, Rue de San Jacques, ahora en vez de una librería me encontré una tienda de productos españoles, queso, jamón, chorizo..., el Sena, Torre Eiffeel..... y en el pensamiento la frase de ‘ yo estuve aquí’.

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