lunes, 21 de octubre de 2013

Hijos de una mala hiena

Artículo completo en Diario de la Bahía de Cadiz

Como todos los meses, a partir del día 26, la alarma del arco de detección de metales anunciaba la visita de Doña Crisanta Retortillo Retortillo a su Banco de la calle Nueva. A las ocho y treinta y dos minutos los pitidos a modo de rendición de honores sonaban a su paso. Su metro setenta y tres centímetros, su moño blanco, su bastón de empuñadura metálica,-responsable de que se disparara la alarma-, y sus ochenta y ocho años la precedían cuando se encaminaba hacia la cajera del Banco y decía "soy Doña Crisanta Retortillo Retortillo, y vengo a ver si estos hijos de mala hiena me han ingresado mi pensión. Así preguntaba cada mes llegando el día de cobro.

La sonrisa de la cajera, reconvertida en comercial de última generación, era el preludio de la tormenta de "productos financieros" que eran ofrecidos a Doña Crisanta Retortillo Retortillo todos los meses con pequeñas variaciones. Productos que siempre rechazaba, porque pesé a sus ochenta y ocho años, Doña Crisanta estaba al día de los intentos de engaños, que "los hijos de mala hiena " en general, intentaban colar a los pensionistas. A una vecina suya, viuda y un poco más joven le habían "colocado" cerca de veinte mil euros en las preferentes esas, y si te he visto no me acuerdo.

Entre las ofertas del mes, un crucero. Se quedo pensativa, y después de unos segundos contesta- si, sí, y así no sólo acaban con nosotros, si no que además se deshacen de nuestros cadáveres en alta mar.

Y es que cuando tenía sesenta y cinco años, doña Crisanta estuvo a punto de morir en el Puerta del Mar a causa de una pulmonía mal detectada y curada, desde ese momento ella mantenía, que de verdad , lo que había detrás de cada actividad dirigida a la tercera edad, no era otra cosa que un programa de exterminio, calculado por "los hijos de mala hiena", para ahorrarse las pensiones.

La cajera- comercial, con una leve sonrisa, le dice, - "que no doña Crisanta, que eso no puede ser"-

Doña Crisanta Retortillo Retortillo se apoya sobre el zapato en el que llevaba quince centímetros de suplemento, se pasa la bolsa de plástico a la mano con la que sujeta el bastón, mientras señala con el índice más largo de lo normal, y con un torrente de voz se dirige a la cajera: - mire usted, hace años no molestábamos a nadie, nos moríamos pronto y punto. Pero conforme hemos ido decidiendo en no dejar esta vida a la primera de cambio, se han ido empeñando en "cuidarnos" para que nos sea facilito el paso al otro barrio.

Residencias, viajes a Benidorm, centros de día, todo para acelerar nuestro fin. Y una vez que nos hemos ido inmunizando a estas "técnicas de exterminio", ponen en marcha sofisticados métodos de choque. Que es si no?, eso de pagar medicinas para que no las compremos, ..eso de bajar las pensiones, como con eso de hacernos responsables del mantenimiento de hijos, nueras y nietos......, y si con esto no lo consiguen, te ingresan en una residencia de esas que tienen nombres tan sugerentes como la Atalaya, Monte Lejano, Vista Hermosa, y allí en plan intensivo te separan de la vida. Así que conmigo que no cuenten.

Coge los 350 euros y los mete en el monedero que aprieta en su mano, se pasa la bolsa de plástico al antebrazo, y pone rumbo hacia la puerta haciendo sonar de nuevo el arco detector de metales a su paso.

Mientras la cajera-comercial la observa salir intentando ver por encima del mostrador, que desde su silla, esta situado justo a la altura de las cejas. Doña Crisanta deja la puerta del banco a sus espaldas, mientras murmura, hijos de mala hiena.



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