jueves, 9 de octubre de 2014

Juana y Juan

Publicado en el libro SIN COMILLAS. Recopilación de artículos y columnas de opinión de Cadiz


A Carmen


Se habían conocido no hacia mucho tiempo en la Asociación de Vecinos, aunque Juana hacia ya tiempo que no le quitaba el ojo. Juan, desde muy joven, se movía en círculos de la izquierda local, y en un pueblo pequeño, nada ni nadie pasa desapercibido, bueno nadie no, porque Juana es la discreción personificada. Delgada, morena reconvertida en rubia con mechas, no había llegado a terminar el bachiller, la muerte del padre y la enfermedad de la madre habían provocado su salida prematura del colegio.

Juan era de esos chavales comprometidos con la gente, más de cinco "visitas" al cuartelillo de la Guardia Civil le había costado su militancia en el sindicato y en las luchas antifranquistas . Moreno, ojos negros, verbo fácil, y con barba desde cuando no tenía barba, siempre había formado parte de todas las listas electorales del partido, en esos días formaba parte de esos " jóvenes con futuro", en esa España que buscaba su futuro.

Fue la noche del veintitrés de Febrero, durante el intento de golpe de estado, mientras rompían actas y ficheros en la sede local, cuando Juan y Juana decidieron que querían compartir su vida. Fue después de escuchar el discurso del Rey, decidieron ir al día siguiente al juzgado a tramitar su boda.

Pronto llegó la primera hija, en un plazo de cuatro años ya eran familia numerosa, y Juana, como decía Juan, sabía que detrás de un "gran hombre" había una gran mujer, que tenía que renunciar a todo, incluso a ser.

No es que Juan cambiara, nunca renunció a su militancia, ni a sus cubatas, fuera y dentro de su casa. Juana lo sabía, y hasta cierto punto lo asumía, sabía que Juan no era de esos hombres que "ayudan" en casa, sabía que después de una larga reunión, nada mejor para Juan al llegar a casa, cuando los niños dormían, que "un medio" de Larios encima de la mesa y algo para picar.

Juana se afilió al partido, al sindicato, a todas las asociaciones que había en el pueblo, Juan le decía que era importante, que para votar podía ir con los niños. De orgasmos fingidos, Juana pasó a no fingir, a resistirse, a no admitir, a simplemente dejarse, sin dejarse, manosear una vez por semana.

Los hijos crecen y abandonan a Juana, a Juan no, nunca estuvo muy presente. Llegaron las redes sociales, y Juan ha abierto cuentas a Juana, cuentas que de vez en cuando controla y fiscaliza, y es que desde aquellos años del golpes de estado, Juana sabía, que ya se lo decía Juan, "... que ella lo que hacia bien era la casa.." Y Juana, casi sin darse cuenta, se fue diluyendo en Juan........

Hoy, en el tren que lleva a la gran ciudad, he visto a una mujer de unos cincuenta y cinco años que subía con tres maletas, un paquete de libros, y la cara llena de arrugas. Sin medias y sin pintar, se sienta enfrente mío. Cuando se abre el abrigo para sentarse, deja al aire su mandil que apresura a quitarse, mientras murmura algo .....Su mirada, enmarcada por grandes ojeras, se queda perdida en el paisaje, sin ver nada; pero no es una mirada triste, quizá melancólica, pero no triste, hasta diría que tiene una chispa de esperanza cuando la recobra y mira los árboles en flor.

Por un momento me acuerdo de Fátima, la mujer marroquí, que al cruzar la frontera argelina con sus hijos huyendo de su marido, se dio cuenta que, con las prisas, no se había puesto ropa interior, o de Pilar, la protagonista de "Te doy mis ojos", que en busca de su libertad, no echa de menos sus zapatos......

Si, es Ella, ha decidido volver a ser Juana, ahora sin Juan, sólo Juana. Ha decidido retomarse a sí misma, sabe que en la gran ciudad nada será fácil, pero vuelve a ser, mientras nos acercamos al destino, aquella mujer morena reconvertida a rubia con mechones, aquella mujer vuelve a ser ella misma, sin dueño

Y sabe, además, que no está sola.

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